Queridos hermanos, cuando me preguntan por mi testimonio vocacional, yo siempre digo que este llamado se basa en un milagro, y si le prestamos atención al evangelio , nos podemos dar cuenta de que hoy el señor nos habla de ese milagro, no un milagro de los que él siempre hacía, de curar a los enfermos, expulsar a los demonios, tampoco el milagro que hizo al multiplicar los panes y los peces, si no de un milagro de amor, quizá el milagro de amor más grande e infinito, ""Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed", nos habla de la Eucaristía. La Eucaristía, un milagro de amor tan cerca, pero cómo nosotros lo hacemos lejos, tan cerca de nosotros, tan cerca de nuestras manos, pero cómo nos olvidamos de él. Jesús viene a presentarse en este altar, y sin embargo a veces lo dejamos solo. Cuando vamos a la calle, pasamos por los centros comerciales, y no cabe un alma, pasamos por un parque, y también está lleno, vamos a un estadio y también está lleno, la gente anda por la calle sin rumbo, sin sentido y cuando pasamos por la iglesia los bancos están vacíos, lo que en verdad alimenta, lo que en verdad llena, hoy lo dejamos solo. El Señor cada día se hace presente en el altar, y hoy lo dejamos solo. Hermanos, esto no se trata de acostumbrarnos a ir a misa todos los días, esto no se trata de tener en nuestra rutina diaria, la santa misa, porque una rutina se vuelve un fastidio. Esto se trata de dejarse amar por el Señor, que cada día se presenta en el altar para que nosotros vayamos a Él, esto se trata de dejarse sorprender, de dejarse enamorar, de cada día sorprenderse más y más de este milagro de amor tan infinito. No nos acostumbremos a venir a misa, sino que cada día nos sorprendamos; porque cada eucaristía no es una rutina o una costumbre sino que cada eucaristía es una sorpresa, pero está en nosotros dejarnos sorprender.
Cuando tengamos la oportunidad de tener al Señor en frente, de estar con el señor sacramentado, no nos preocupemos de qué oración vamos a hacer, qué le voy a cantar, qué le voy a decir, hay una historia muy bonita, que es la historia de Paúl: Paúl era un muchacho, que se la pasaba en la puerta de la iglesia, y una señora devota, vio que Paúl luego de la misa entraba a la iglesia, eso era todos los días, y se sentaba en el primer banco, y ella se acercaba para ver cual era la oración que decía, pero la señora se daba cuenta que Paúl estaba en silencio, no decía nada, y un día la señora le pregunta a Paúl: Bueno Paúl, qué lo que haces cuando te sientas aquí? Y Paúl le responde: Mire señora, a mi me dijeron que el Señor está en esa caja que está ahí, que está encerrado ahí, pero qué quiere que le diga, yo no se rezar, el padrenuestro se me olvidó, yo lo único que hago es llegar, sentarme y decirle: Señor soy Paúl y vengo a verte, y a veces me quedo dormido, al despertarme me voy. Y bueno, eso era todos los días, pero un día la señora se dio cuenta de que Paúl no iba a la iglesia, y pasó un tiempo en que Paúl no iba, la señora preocupada empieza a preguntar, y le dijeron que Paúl estaba hospitalizado, cuando fue al hospital, vio que Paúl, estaba lleno de mangueras, estaba morado, estaba grave, y el médico le dice que a Paúl no le quedan esperanzas de vida, y la señora le dice: Bueno, entonces mañana yo vengo a buscar el cuerpo. Cuando la señora va a buscar al cuerpo se encuentra a Paúl, ya no era el mismo de antes, ya no estaba morado, estaba de pie, ya comía, ya no tenía mangueras, y ella le pregunta: ¿Paúl qué fue lo que te paso? y él le responde: señora, hoy en la mañana, yo estaba a punto de morir, y de repente entra un hombre, con una bata blanca, viene y se sienta al lado y me dice "Paúl, soy Jesús y vengo a verte", y se quedó dormido como una hora, y después se salió, pero cuando él salió, yo me sentía totalmente diferente. Miren, cuantas veces Paúl consolaría a Jesús en su soledad, a Jesús no le importa que le reces una oración, que le reces el padre nuestro, a Jesús no le importa que vengas a decirle señor omnipotente y eterno, sino que lo que él quiere es que lo contemples, que estés allí con él, señor soy Pablo, Pedro soy María, soy Catalina, y vine a verte, Él te conoce, Él sabe lo que haces, y no le hace falta que vengas, y le digas, señor yo soy de la Legión de María, soy de la cofradía yo soy el que te sirvo, no, a Él no le hace falta que le digas eso, porque Él lo sabe y te conoce, solamente te pide que lo acompañes y lo contemples, así como eres, porque Él te conoce perfectamente
Cuánto amor nos tiene el Señor, no sólo nos redimió con su muerte, no le bastó con restaurar nuestras vidas con su resurrección, si no que estableció una alianza nueva y eterna, antes de su pasión. Un milagro de amor, donde vemos la humildad de nuestro Rey, porque Él siendo el Rey de Reyes, siendo el Señor de Señores se queda con nosotros en ese humilde pan, que no es un signo de Cristo, no es un símbolo, es Él quien baja para estar con nosotros, es Él quien viene aquí para que nosotros vayamos a Él. Vayamos pues hermanos, al encuentro del señor y en esta semana de oración por las vocaciones pidamos al señor que llame a muchos jóvenes que no tengan miedo a seguirle y tener una vida apasionante, ¡porque sin sacerdotes no hay eucaristía, y sin eucaristía no hay sacerdotes!. Seamos testigos del amor infinito de Jesucristo, la primera razón de nuestras vidas.
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