#YoSoyEvangelizadorDeLasRedes.

Cada día Dios nos habla, cada día Dios nos da un mensaje para que sigamos adelante, para que seamos testimonio de Él. Para escuchar la palabra de Dios no hace falta estudiar y estudiar, solo hay que disponerse a escuchar, a saber escuchar, a dejarse enamorar y sorprender por el amor de los amores. Este blog consiste en las reflexiones del evangelio del día. Cada día Dios tiene una palabra para nosotros y a su vez, algo diferente, algo aún mejor que lo de ayer, solo hay que confiar en su palabra y entregarse a él.
Evangelizar las redes es una misión que debemos tener, a veces las redes sociales son los lugares donde hacen falta más evangelización, comuniquemos que Cristo es la razón de nuestra existencia, comuniquemos que sin Cristo no somos nada, llevemos la palabra a todas partes, sin miedo, para que podamos decir #YoSoyEvangelizadorDeLasRedes.

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lunes, 29 de diciembre de 2014

¡Somos llamados a pertenecer a la luz!

     La palabra de Dios no manda indirectas, al contrario, habla directamente, y eso está demostrado en la sinceridad con la que hablan los apóstoles en las diversas cartas. Hoy Juan, nos dice una verdad que es muy dura para algunas personas, me atrevo a decir, que es dura para la mayoría de los que dicen ser cristianos: “Quien dice: «Yo le conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él” Hay personas que dicen, “Claro, Yo conozco a Dios, de vez en cuando yo rezo mi rosario” también hay otros que dicen: “Claro que conozco a Dios, el compadre Casimiro se murió y yo cumplí con la novena” otros que dicen “Yo conozco a Dios, todos los días le prendo una velita a San Miguel Arcángel”  y así hay muchos que por seguir una serie de oraciones, ritos y costumbres, que a veces ni saben que significa, creen que conocen a Dios. Podrás rezar veinte rosarios por semanas, pero si no dejas de criticar y criticar, a cuanto te pase por el frente, no conoces a Dios, podrás ir a misa todos los días, pero si vas solo para que te vean, no conoces a Dios, podrás prenderle mil velas a los arcángeles, a los apóstoles, a los mártires, a quien quieras, pero si  te la pasas ofendiendo a tu hermano, si a cada rato señalas a tu prójimo, si no dejas de humillar a los demás, no conoces a Dios, si te crees gran cosa y nunca dejas de ser soberbio, no conoces a Dios, aunque vallas a miles y miles de peregrinaciones, aunque hagas miles y miles de ayunos, si no pones la palabra de Dios en práctica, no conoces a Dios. Cuando conocemos a una persona y queremos que seamos agradables a dicha persona, lo ideal es hacer lo que a esa persona le gusta que le hagan, si conocemos bien a esa persona, sabemos qué es lo que le gusta y si hacemos lo que a él le gusta, le vamos a agradar a esa persona, pero si sabemos lo que a él le gusta y hacemos todo lo contrario, entonces no le vamos a agradar a esa persona, viendo esto, entonces, si sabemos qué es lo que le gusta a Dios, ¿Por qué no lo ponemos en práctica? Si sabemos qué es el bien y qué es el mal ¿Por qué hacemos el mal?, si en verdad queremos conocer a Dios, hagamos el bien, ayudemos al prójimo, amemos a nuestros hermanos como son. Para conocer a Dios hay que amarle, y como dice la oración por las vocaciones sacerdotales, hay que pedirle al señor que nos enseñe a amarle “enséñanos a amarte, para que aprendamos a conocerte, porque conocerte y amarte es la primera razón de nuestras vidas”  Jesús cada día nos enseña a amarle, pero nosotros no le prestamos atención a esas enseñanzas, sabemos que las hay, pero no las ponemos en práctica. . El amor es verdadero cuando se concreta en las obras de bien para los hermanos. Al mismo tiempo, es un mandamiento siempre nuevo y se abre paso como la luz en las tinieblas, para recrear continuamente a la comunidad. Si conocemos a Dios, vamos a poder pertenecer a esa luz de la cual nos habla Juan, La palabra de Dios viene a iluminarnos. El  evangelio nos presenta una figura que ha “cumplido” con la vida: Simeón. Es un hombre mayor. Y siente que es la vida la que ha cumplido con él. Por eso ya no se aferra a la existencia, y le dice a Dios, con esas bellas palabras, que le lleve cuando quiera: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador…”.  Simeón pronuncia la oración de quien percibe que el anhelo de su vida está colmado. Ha podido experimentar la presencia amorosa de Dios y cree que el Dios todopoderoso se encuentra allí, en un bebé al que sus padres, como tantos otros, han llevado para cumplir con el ritual. Si cada uno de nosotros ha podido encontrarse con este Dios grandioso, que se manifiesta en la debilidad. “Luz para iluminar a los gentiles”. Aquellas personas  antes de la venida de Cristo, estaban en las tinieblas, esto es, sin el conocimiento de Dios. El cielo no hablaba de la gloria del Creador a los mortales: ante la belleza del universo estaban mudos para la alabanza. “Gloria de Israel”. Así como Moisés hablando con el Señor se iluminaba en el rostro, así los hebreos contemplando la luz divina de la humanidad de Cristo habrían arrojado el antiguo velo, y en su misma imagen serían transformados de  gloria en gloria.  Las palabras de Simeón significan que Jesús fue causa de ruina para muchos israelitas, los cuales, obstinadamente, no quisieron reconocer en Él el Mesías prometido, lo persiguieron, y renegaron de Él. ¿Y nosotros hermanos ya hemos reconocido en Cristo al Mesías? ¿Ya podemos decir como Simeón, que nuestros ojos ya han visto la salvación? ¿Ya estamos convencidos, o aún titubea nuestra fe?, hagamos siempre el bien y pongamos en práctica la palabra de Dios, para que así respondamos a ese llamado al pertenecer a la luz, una luz que nos da a conocer a Cristo, porque conocer y amar a Cristo es la primera razón de nuestras vidas.



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