el Señor les habla a los soberbios,
diciéndoles que Él maneja su corazón, como una corriente de agua: lo dirige
hacia donde quiere. A pesar de que el soberbio por su orgullo no se dé cuenta
de que Dios cumple su voluntad así Él no
lo quiera, nosotros lo debemos saber y
lo debemos tener siempre en cuenta, su palabra es la verdad y su palabra
nos confirma que Dios es el Rey de Reyes que sabe hacer las cosas a la
perfección y su plan es tan perfecto, que queramos o no queramos, se tiene que
cumplir.
Hermanos, debemos estar en el
camino correcto que es Jesús, el cual es el camino, la verdad y la vida, y la
forma de estar en ese recto camino es haciendo obras buenas, donde amemos a
Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos y no
debemos hacerlo porque “si lo hago el señor me va a salvar” sino que debemos
hacerlo porque es la forma de que mi hermano esté bien y yo esté bien, es la
forma de que mi hermano esté feliz y yo también lo esté.
Una de las formas de hacer el bien es perdonando a mi hermano, porque si
Jesús perdonó nuestros pecados por medio de su muerte en la cruz, ¿qué nos
cuesta a nosotros perdonar a mi hermano? Todos estamos perdonados gracias a
nuestro Redentor, Él murió por todos nosotros y por esa razón debemos ser
misericordiosos, perdonando, olvidando y amando; porque perdonar sin olvidar es
lo mismo que no perdonar, todas esas obras Dios las va a pesar cuando lleguemos
a rendirle cuentas, si yo no perdono a mi hermano, entonces las cosas malas se
van a inclinar y asimismo seremos castigados, si Dios fue misericordioso con
nosotros, nosotros también debemos ser misericordiosos con mi hermano, esa es
una forma muy hermosa de hacer el bien, ser misericordioso y esa misericordia
hace que practiquemos la justicia y el
derecho para todos por igual, lo cual agrada al señor e incluso más que los
sacrificios, si somos misericordiosos seremos justos.
La justicia, la misericordia y el derecho son cosas muy bonitas que
tienen relación entre sí, ya que se trata de hacer el bien para todos por
igual, si tengo misericordia seré justo con mi hermano y mi hermano ejercerá un
derecho que él tiene y eso le agrada a Dios. Si en este país se practicaran
esas tres cosas, todo fuera diferente, porque no hay misericordia ni siquiera
con los enfermos y buscan enlazar la salud con la política. Si hice algo mal,
debo reconocerlo, debo buscar la falla y debo escuchar a mis adversarios para
que opinen con respecto a esa falla, al escuchar su opinión, debo respetarla,
tomarla en cuenta y buscar soluciones concretas, apoyadas por soluciones
planteadas por otros sectores que piensan distinto que yo, de eso se trata el
dialogo; pero si hice algo mal que está afectando a medio país, y yo en vez de
buscar soluciones para el bienestar de todos, busco soluciones para el
bienestar de un partido político y le echo la culpa a los demás ¡allí si
estamos graves! Con echarle la culpa a la persona que piensa distinto no voy a solucionar el problema.
Si hubiese misericordia con los enfermos,
allí aparecería la justicia, si cometí el error, escucho las opiniones de los
demás y especialmente de los expertos en la materia en donde cometí el error. Pero
si ese experto en la materia, dice una verdad que a mí no me gusta y hago lo
posible para que no me estorbe, como meterlo preso, allí no esto practicando la
justicia, y le estoy quitando el derecho a esa persona que no piensa igual que
yo. Esas obras no le gustan a Dios. Al
contrario, debemos escuchar a los que en verdad saben, respetar su opinión,
trabajar juntos para la solución del problema, allí estaríamos haciendo esas
obras que tanto le gustan a Dios: Misericordiosos con los afectados, Justos con
los que piensan diferente que yo para así darles y respetarles un derecho que
ellos tienen, que consiste en la libertad de expresión.
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