#YoSoyEvangelizadorDeLasRedes.

Cada día Dios nos habla, cada día Dios nos da un mensaje para que sigamos adelante, para que seamos testimonio de Él. Para escuchar la palabra de Dios no hace falta estudiar y estudiar, solo hay que disponerse a escuchar, a saber escuchar, a dejarse enamorar y sorprender por el amor de los amores. Este blog consiste en las reflexiones del evangelio del día. Cada día Dios tiene una palabra para nosotros y a su vez, algo diferente, algo aún mejor que lo de ayer, solo hay que confiar en su palabra y entregarse a él.
Evangelizar las redes es una misión que debemos tener, a veces las redes sociales son los lugares donde hacen falta más evangelización, comuniquemos que Cristo es la razón de nuestra existencia, comuniquemos que sin Cristo no somos nada, llevemos la palabra a todas partes, sin miedo, para que podamos decir #YoSoyEvangelizadorDeLasRedes.

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miércoles, 22 de abril de 2015

MI TESTIMONIO: UN MILAGRO DE AMOR INFINITO

     
 Queridos hermanos, cuando me preguntan por mi testimonio vocacional, yo siempre digo que este llamado se basa en un milagro, y si le prestamos atención al evangelio , nos podemos dar cuenta de que hoy el señor nos habla de ese milagro, no un milagro de los que él siempre hacía, de curar a los enfermos, expulsar a los demonios, tampoco el milagro que hizo al multiplicar los panes y los peces, si no de un milagro de amor, quizá el milagro de amor más grande e infinito, ""Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed", nos habla de la Eucaristía.  La Eucaristía, un milagro de amor tan cerca, pero cómo nosotros lo hacemos lejos, tan cerca de nosotros, tan cerca de nuestras manos, pero cómo nos olvidamos de él. Jesús viene a presentarse en este altar, y sin embargo a veces lo dejamos solo. Cuando vamos a la calle, pasamos por los centros comerciales, y no cabe un alma, pasamos por un parque, y también está lleno, vamos a un estadio y también está lleno, la gente anda por la calle sin rumbo, sin sentido y cuando pasamos por la iglesia los bancos están vacíos, lo que en verdad alimenta, lo que en verdad llena, hoy lo dejamos solo. El Señor cada día se hace presente en el altar, y hoy lo dejamos solo. Hermanos, esto no se trata de acostumbrarnos a ir a misa todos los días, esto no se trata de tener en nuestra rutina diaria, la santa misa, porque una rutina se vuelve un fastidio. Esto se trata de dejarse amar por el Señor, que cada día se presenta en el altar para que nosotros vayamos a Él, esto se trata de dejarse sorprender, de dejarse enamorar, de cada día sorprenderse más y más de este milagro de amor tan infinito. No nos acostumbremos a venir a misa, sino que cada día nos sorprendamos; porque cada eucaristía no es una rutina o una costumbre sino que cada eucaristía es una sorpresa, pero está en nosotros dejarnos sorprender. 

    Cuando tengamos la oportunidad de tener al Señor en frente, de estar con el señor sacramentado, no nos preocupemos de qué oración vamos a hacer, qué le voy a cantar, qué le voy a decir, hay una historia muy bonita, que es la historia de Paúl: Paúl era un muchacho, que se la pasaba en la puerta de la iglesia, y una señora devota, vio que Paúl luego de la misa entraba a la iglesia, eso era todos los días,  y se sentaba en el primer banco, y ella se acercaba para ver cual era la oración que decía, pero la señora se daba cuenta que Paúl estaba en silencio, no decía nada, y un día la señora le pregunta a Paúl: Bueno Paúl, qué lo que haces cuando te sientas aquí? Y Paúl le responde: Mire señora, a mi me dijeron que el Señor está en esa caja que está ahí, que está encerrado ahí, pero qué quiere que le diga, yo no se rezar, el padrenuestro se me olvidó, yo lo único que hago es llegar, sentarme y decirle: Señor soy Paúl y vengo a verte, y a veces me quedo dormido, al despertarme me voy. Y bueno, eso era todos los días, pero un día la señora se dio cuenta de que Paúl no iba a la iglesia, y pasó un tiempo en que  Paúl no iba, la señora preocupada empieza a preguntar, y le dijeron que Paúl estaba hospitalizado, cuando fue al hospital, vio que Paúl, estaba lleno de mangueras, estaba morado, estaba grave, y el médico le dice que a Paúl no le quedan esperanzas de vida, y la señora le dice: Bueno, entonces mañana yo vengo a buscar el cuerpo. Cuando la señora va a buscar al cuerpo se encuentra a Paúl, ya no era el mismo de antes, ya no estaba morado, estaba de pie, ya comía, ya no tenía mangueras, y ella le pregunta: ¿Paúl qué fue lo que te paso?  y él le responde: señora, hoy en la mañana, yo estaba a punto de morir, y de repente entra un hombre, con una bata blanca, viene y se sienta al lado y me dice "Paúl, soy Jesús y vengo a verte", y se quedó dormido como una hora, y después se salió, pero cuando él salió, yo me sentía totalmente diferente. Miren, cuantas veces Paúl consolaría a Jesús en su soledad, a Jesús no le importa que le reces una oración, que le reces el padre nuestro, a Jesús no le importa que vengas a decirle señor omnipotente y eterno, sino que lo que él quiere es que lo contemples, que estés allí con él, señor soy Pablo, Pedro soy María, soy Catalina, y vine a verte, Él te conoce, Él sabe lo que haces, y no le hace falta que vengas, y le digas, señor yo soy de la Legión de María, soy de la cofradía yo soy el que te sirvo, no, a Él no le hace falta que le digas eso, porque Él lo sabe y te conoce, solamente te pide que lo acompañes y lo contemples, así como eres, porque Él te conoce perfectamente 

Cuánto amor nos tiene el Señor, no sólo nos redimió con su muerte, no le bastó con restaurar nuestras vidas con su resurrección, si no que estableció una alianza nueva y eterna, antes de su pasión. Un milagro de amor, donde vemos la humildad de nuestro Rey, porque Él siendo el Rey de Reyes, siendo el Señor de Señores se queda con nosotros en ese humilde pan, que no es un signo de Cristo, no es un símbolo, es Él quien baja para estar con nosotros, es Él quien viene aquí para que nosotros vayamos a Él.  Vayamos pues hermanos, al encuentro del señor y en esta semana de oración por las vocaciones pidamos al señor que llame a muchos jóvenes que no tengan miedo a seguirle y tener una vida apasionante, ¡porque sin sacerdotes no hay eucaristía, y sin eucaristía no hay sacerdotes!. Seamos testigos del amor infinito de Jesucristo, la primera razón de nuestras vidas.

martes, 14 de abril de 2015

Mensaje del Papa Francisco, para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones Sacerdotales y Religiosas

''Queridos hermanos y hermanas:
El cuarto Domingo de Pascua nos presenta el icono del Buen Pastor que conoce a sus ovejas, las llama por su nombre, las alimenta y las guía. Hace más de 50 años que en este domingo celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Esta Jornada nos recuerda la importancia de rezar para que, como dijo Jesús a sus discípulos, ''el dueño de la mies… mande obreros a su mies''. Jesús nos dio este mandamiento en el contexto de un envío misionero: además de los doce apóstoles, llamó a otros setenta y dos discípulos y los mandó de dos en dos para la misión. Efectivamente, si la Iglesia ''es misionera por su naturaleza'', la vocación cristiana nace necesariamente dentro de una experiencia de misión. Así, escuchar y seguir la voz de Cristo Buen Pastor, dejándose atraer y conducir por él y consagrando a él la propia vida, significa aceptar que el Espíritu Santo nos introduzca en este dinamismo misionero, suscitando en nosotros el deseo y la determinación gozosa de entregar nuestra vida y gastarla por la causa del Reino de Dios.
Entregar la propia vida en esta actitud misionera sólo será posible si somos capaces de salir de nosotros mismos. Por eso, en esta 52 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, quisiera reflexionar precisamente sobre ese particular ''éxodo'' que es la vocación o, mejor aún, nuestra respuesta a la vocación que Dios nos da. Cuando oímos la palabra ''éxodo'', nos viene a la mente inmediatamente el comienzo de la maravillosa historia de amor de Dios con el pueblo de sus hijos, una historia que pasa por los días dramáticos de la esclavitud en Egipto, la llamada de Moisés, la liberación y el camino hacia la tierra prometida. El libro del Éxodo. el segundo libro de la Biblia, que narra esta historia, representa una parábola de toda la historia de la salvación, y también de la dinámica fundamental de la fe cristiana. De hecho, pasar de la esclavitud del hombre viejo a la vida nueva en Cristo es la obra redentora que se realiza en nosotros mediante la fe. Este paso es un verdadero y real ''éxodo'', es el camino del alma cristiana y de toda la Iglesia, la orientación decisiva de la existencia hacia el Padre.
En la raíz de toda vocación cristiana se encuentra este movimiento fundamental de la experiencia de fe: creer quiere decir renunciar a uno mismo, salir de la comodidad y rigidez del propio yo para centrar nuestra vida en Jesucristo; abandonar, como Abrahán, la propia tierra poniéndose en camino con confianza, sabiendo que Dios indicará el camino hacia la tierra nueva. Esta ''salida'' no hay que entenderla como un desprecio de la propia vida, del propio modo sentir las cosas, de la propia humanidad; todo lo contrario, quien emprende el camino siguiendo a Cristo encuentra vida en abundancia, poniéndose del todo a disposición de Dios y de su reino. Dice Jesús: ''El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna''. La raíz profunda de todo esto es el amor. En efecto, la vocación cristiana es sobre todo una llamada de amor que atrae y que se refiere a algo más allá de uno mismo, descentra a la persona, inicia un ''camino permanente, como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo mismo, más aún, hacia el descubrimiento de Dios''.
La experiencia del éxodo es paradigma de la vida cristiana, en particular de quien sigue una vocación de especial dedicación al servicio del Evangelio. Consiste en una actitud siempre renovada de conversión y transformación, en un estar siempre en camino, en un pasar de la muerte a la vida, tal como celebramos en la liturgia: es el dinamismo pascual. En efecto, desde la llamada de Abrahán a la de Moisés, desde el peregrinar de Israel por el desierto a la conversión predicada por los profetas, hasta el viaje misionero de Jesús que culmina en su muerte y resurrección, la vocación es siempre una acción de Dios que nos hace salir de nuestra situación inicial, nos libra de toda forma de esclavitud, nos saca de la rutina y la indiferencia y nos proyecta hacia la alegría de la comunión con Dios y con los hermanos. Responder a la llamada de Dios, por tanto, es dejar que él nos haga salir de nuestra falsa estabilidad para ponernos en camino hacia Jesucristo, principio y fin de nuestra vida y de nuestra felicidad.
Esta dinámica del éxodo no se refiere sólo a la llamada personal, sino a la acción misionera y evangelizadora de toda la Iglesia. La Iglesia es verdaderamente fiel a su Maestro en la medida en que es una Iglesia ''en salida'', no preocupada por ella misma, por sus estructuras y sus conquistas, sino más bien capaz de ir, de ponerse en movimiento, de encontrar a los hijos de Dios en su situación real y de compadecer sus heridas. Dios sale de sí mismo en una dinámica trinitaria de amor, escucha la miseria de su pueblo e interviene para librarlo. A esta forma de ser y de actuar está llamada también la Iglesia: la Iglesia que evangeliza sale al encuentro del hombre, anuncia la palabra liberadora del Evangelio, sana con la gracia de Dios las heridas del alma y del cuerpo, socorre a los pobres y necesitados.
Queridos hermanos y hermanas, este éxodo liberador hacia Cristo y hacia los hermanos constituye también el camino para la plena comprensión del hombre y para el crecimiento humano y social en la historia. Escuchar y acoger la llamada del Señor no es una cuestión privada o intimista que pueda confundirse con la emoción del momento; es un compromiso concreto, real y total, que afecta a toda nuestra existencia y la pone al servicio de la construcción del Reino de Dios en la tierra. Por eso, la vocación cristiana, radicada en la contemplación del corazón del Padre, lleva al mismo tiempo al compromiso solidario en favor de la liberación de los hermanos, sobre todo de los más pobres. El discípulo de Jesús tiene el corazón abierto a su horizonte sin límites, y su intimidad con el Señor nunca es una fuga de la vida y del mundo, sino que, al contrario, ''esencialmente se configura como comunión misionera''.
Esta dinámica del éxodo, hacia Dios y hacia el hombre, llena la vida de alegría y de sentido. Quisiera decírselo especialmente a los más jóvenes que, también por su edad y por la visión de futuro que se abre ante sus ojos, saben ser disponibles y generosos. A veces las incógnitas y las preocupaciones por el futuro y las incertidumbres que afectan a la vida de cada día amenazan con paralizar su entusiasmo, de frenar sus sueños, hasta el punto de pensar que no vale la pena comprometerse y que el Dios de la fe cristiana limita su libertad. En cambio, queridos jóvenes, no tengáis miedo a salir de vosotros mismos y a poneros en camino. El Evangelio es la Palabra que libera, transforma y hace más bella nuestra vida. Qué hermoso es dejarse sorprender por la llamada de Dios, acoger su Palabra, encauzar los pasos de vuestra vida tras las huellas de Jesús, en la adoración al misterio divino y en la entrega generosa a los otros. Vuestra vida será más rica y más alegre cada día.
La Virgen María, modelo de toda vocación, no tuvo miedo a decir su ''fiat'' a la llamada del Señor. Ella nos acompaña y nos guía. Con la audacia generosa de la fe, María cantó la alegría de salir de sí misma y confiar a Dios sus proyectos de vida. A Ella nos dirigimos para estar plenamente disponibles al designio que Dios tiene para cada uno de nosotros, para que crezca en nosotros el deseo de salir e ir, con solicitud, al encuentro con los demás. Que la Virgen Madre nos proteja e interceda por todos nosotros''.

sábado, 11 de abril de 2015

Creer en aquel que lo dio todo por mí

     Estamos en el  II Domingo de Pascua, también llamado Domingo de la Divina Misericordia; esta hermosa solemnidad nos llama a confiar siempre que Dios es misericordioso y su misericordia es eterna, y cuanto más grande sean nuestros pecados, más grande es la misericordia del señor. Hoy la palabra nos habla de los inicio de nuestra iglesia, y sobretodo del creer en Dios, el creer en la perfección de las obras de Dios, el creer en que su tiempo es perfecto.

     La primera lectura nos habla, de los inicios de nuestra Madre Iglesia, de la Iglesia Primitiva, y como podemos ver, esta multitud de quien nos habla hoy el libro de los Hechos de los apóstoles tiene algo muy hermoso: Se dejaron enamorar de Dios, creyeron en Él, confiaron en su misericordia. Esta primera lectura nos muestra a lo que toda comunidad cristiana está llamada: "Ponerlo en común todo lo que se posea". hasta tal efecto de "tener un solo corazón y una sola alma", para que así "ninguno del grupo pase necesidad". No hay Pascua sin comunidad, no se puede vivir la Resurrección si no es con otros. Aquí no cabe el individualismo que tan perniciosamente la ambición ha metido dentro de nosotros. Nosotros como comunidad debemos estar unidos cada día, dejando la ambición atrás y los intereses personales, teniendo en cuenta siempre que Cristo va a estar con nosotros, tal como Él no los prometió, "Donde estén dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo”. Pero esto es muy fácil decirlo y no practicarlo; cuántas veces pretendemos dejar de ser de la comunidad, y faltamos a misa los domingos, como lo dije anteriormente, sin comunidad no hay pascua, porque recordemos que somos un cuerpo y Cristo es la cabeza, y yo nunca he visto a una cabeza caminando sola, necesita un cuerpo para poder caminar, y a pesar de que el señor todo lo puede, Él necesita que nosotros seamos una comunidad unida, como esa de la que nos habla los Hechos de los Apóstoles, una comunidad que vaya a donde hayan personas que aún no estén en el camino del señor, que aún no hayan descubierto la misericordia del Señor. Para entender aún más esta lectura, es necesario recordar las obras de misericordia:

- Corporales:
1. Dar de comer al hambriento
2. Dar de beber al sediento
3. Dar posada al necesitado
4. Vestir al desnudo
5. Visitar al enfermo
6. Socorrer a los presos
7. Enterrar a los muertos

- Espirituales:
1. Enseñar al que no sabe
2. Dar buen consejo al que lo necesita
3. Corregir al que está en error
4. Perdonar las injurias
5. Consolar al triste
6. Sufrir con paciencia los defectos 
de los demás
7. Rogar a Dios por vivos y difuntos

        Ser comunidad no es solamente rezar la coronilla todos los días a las tres de la tarde, ser comunidad, no es rezar el rosario todos los días, ser comunidad no es ir a misa dos veces al día, ser comunidad no es aprenderse de memoria los mandamientos, o las catorce obras de misericordia; ser comunidad se trata de poner en práctica la palabra de Dios, sus mandatos y algo muy importante que hoy día de la Misericordia divina debemos tener en cuenta: Las catorce obras de la misericordia. Cuántas veces la indiferencia nos hace alejarnos de la comunidad, cuantas veces nos hacemos los locos y nos damos de comer al hambriento, o no damos de beber al sediento, cuántas veces tenemos un familiar o un amigo enfermo y ni siquiera vamos a llevarle una galleta de soda al hospital o a la casa, cuantas veces somos cómplices de muchas injusticias, cuantas veces criticamos y criticamos, en vez de enseñar, dar buenos consejos, corregir, cuántas veces decimos en el padre nuestro "perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden" cuando no perdonamos a nadie, y si perdonamos, nunca olvidamos, cuando el señor nos llama a perdonar, olvidar y a amar, cuantas veces perdemos la paciencia por cualquier cosa, todo esto nos hace también alejarnos de la comunidad, así no hay felicidad como esa felicidad de la que gozaban aquella multitud.

     Por eso, Juan en su carta, nos confirma lo que el señor siempre dijo en el evangelio: El amor de Dios consiste en que cumplamos sus preceptos y cumplir sus preceptos implica esto, en ser un buen hermano, un buen miembro de esta comunidad. Él nos plantea que quien cree en Jesús ha nacido de Dios. Nacer de Dios es volver a nacer, y todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. nuestra fe es la que nos ha dado la victoria sobre el mundo, nuestra fe es la que sostiene nuestra iglesia, nuestra fe en aquel que dio todo por nosotros, cómo no vamos a creer en aquél que dio todo por nosotros, cómo no creer en aquel que no escatimó su vida por nosotros, y gracias a este sacrificio, el fue glorificado. Cristo con ese sacrificio, salio de ese cuerpo frágil, de ese cuerpo mortal y lo convirtió en un cuerpo glorioso, un cuerpo incorrupto. Así como cuando compramos un perfume que está cerrado en su frasco, pero de repente, se nos cae el frasco y se rompe, ¿Qué es lo que pasa? el aroma se riega por todo el lugar, se esparce y se esparce, ese olor agradable deja de estar en ese frasco cerrado, y sale y aromatiza todo el lugar. Así pasa con Jesús, Él salió de ese frasco, el salió de ese cuerpo frágil, lo convirtió en un cuerpo glorioso, y regó sobre nuestras vidas un olor agradable que durará pera siempre, Él con su resurrección cambió nuestras vidas, Jesucristo, es el que se manifestó por medio del agua y de la sangre, para derramar así su misericordia infinita.

       El evangelio de hoy, nos habla de esto, y nos llama a confiar en la misericordia de Dios. Hoy vemos dos situaciones que afectan la fe y la vida de comunidad. En primer lugar el miedo de los discípulos, estaban ocultos, y por otro lado lo incrédulo que fue Tomás. Cuantas veces tenemos miedo de decir que somos católicos, o peor, cuantas veces nos da pena decir que somos católicos, cuantas veces nos da pena orar antes de comer, santiguarnos en público, cuantas veces olvidamos que nuestro Dios no se quedó en una cruz sino que resucitó, cuantas veces nos olvidamos de la misericordia de Dios. Hermanos, confiemos siempre en el señor, confiemos siempre en su misericordia que es eterna, "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia", Así canta la Iglesia en la octava de Pascua, casi recogiendo de labios de Cristo estas palabras del Salmo; de labios de Cristo resucitado, que en el Cenáculo da el gran anuncio de la misericordia divina y confía su ministerio a los Apóstoles: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.(...) Recibid el Espíritu Santo: a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos." Antes de pronunciar estas palabras, Jesús muestra sus manos y su costado. Es decir, señala las heridas de la Pasión, sobre todo la herida de su corazón, fuente de la que brota la gran ola de misericordia que se derrama sobre la humanidad. De este corazón sor Faustina Kowalska, la beata que a partir de ahora llamaremos santa, verá salir dos haces de luz que iluminan el mundo: "Estos dos haces -le explicó Jesús mismo- representan la sangre y el agua".

      En este día Jesús les confía el don de "perdonar los pecados", un don que brota de las heridas de sus manos, de sus pies y sobre todo de su costado traspasado. Desde allí una ola de misericordia inunda toda la humanidad. Queridos hermanos, no tengamos miedo de ir a ser testigos de la misericordia del señor, porque cada vez que nos confesamos, somos testigos de la misericordia del señor, cada vez que nos confesamos nos estamos reconciliando con el señor y siendo buenos miembros de esa comunidad que Él formó, no seamos como Tomás, no esperemos ver señales para creer, dejémonos sorprender por el señor, confiando siempre en Él, arropándonos siempre en su infinita misericordia, porque Él es bueno y su misericordia es eterna. Jesús, en ti confío". Esta jaculatoria, que rezan numerosos devotos, expresa muy bien la actitud con la que también nosotros queremos abandonarnos con confianza en las manos y la misericordia del Señor.  

      Que hoy día de la Divina misericordia, el señor arda del deseo de ser amado, y que Él sea quien nos sintonice con los sentimientos de su corazón, para que así aprendamos a ser constructores de la nueva civilización del amor. Abandonèmonos en los rayos de la misericordia divina del señor para asi romper las barreras de la oscuridad y de la tristeza, de la duda y de la desesperación, y que cada día conozcamos más a Cristo, no por señales, sino por confiar en Él, porque conocer y amar a Cristo, es la razón de nuestras vidas.

¡Alegría mía, Cristo ha resucitado! 

     

miércoles, 8 de abril de 2015

La voz del Señor arde en nuestro corazón

     
Hoy la palabra de Dios nos invita a estar siempre atentos a las palabras del Señor, a dejarnos configurar por Él y a dejar que Él renueve nuestras vidas, transformando nuestros corazones de piedra en corazones de carnes, para que así, su palabra arda en nuestro corazón y siempre reconozcamos su gloria, su poder y su santidad..

     
      
 Que se alegren los que buscan al señor

    La primera lectura del libro de los hechos de los apóstoles, habla de un milagro que sucedió en la puerta del Templo, Pedro y Juan subían al Templo a la oración de la tarde, y vieron a un lisiado que solían colocarlo siempre en la puerta del Templo para pedir limosnas; un lisiado es aquella persona que tiene una lesión física de manera permanente, especialmente en algunas de las extremidades, ya sean en los brazos o en las piernas, en este caso,  quien pedía limosna tenía dicha lesión física en las piernas, lo cual le imposibilitaba camina; él, al ver a Pedro y a Juan que entraban al templo, le pidió la limosna, lo que no se imaginaba este lisiado, era que Pedro, en nombre de Jesús le iba a dar la limosna más valiosa que la que le hayan dado anteriormente. Pedro le dijo: "No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo". Como sabemos, el señor Jesucristo le dio a los apóstoles muchos dones, como el de sanar a los enfermos y de expulsar a los demonios, y más aún luego de Pentecostés. Pedro estaba consciente y seguro de lo que iba a hacer, y la llama de su fe no se apagaba, al contrario crecía más y más, y confiando en la gloria del Señor, en el poder del Señor, en su nombre le dijo: "Echa a andar".  Y por la fe de Pedro, este hombre fue sanado. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. Esta es la razón por la cual, el salmo de hoy nos dice: Que se alegren los que buscan al señor, porque los que buscan al Señor, son quienes reconocen su gloria, quienes reconocen su poder, quienes reconocen la perfección de su voluntad, así como este lisiado, que enseguida que el Señor por medio de Pedro, obró en Él, le alabó y le dio gracias, buscó al Señor y encontró la verdadera alegría. Este lisiado siendo otro, hubiese ido a un brujo a darle gracias por el trabajo que le montó,  a ofrecerle cultos y sacrificios a maría lionza, a nicanor, al buda, al gato rojo, o a otras fábulas que lo que hacen es alejarnos de Dios. Él no, el buscó a quien verdaderamente obró en él, al rey de reyes, a Jesús de Nazaret.

      Que arda nuestro corazón

     El evangelio de hoy narra la hermosa historia que vivieron los discípulos que iban hacia Emaús, el día de la resurrección. Ellos iban conversando sobre lo sucedido; como sabemos, la muerte de nuestro Señor Jesucristo conmovió a la humanidad entera, a la naturaleza, y no solo por el hecho de su muerte sino por la envidia y el egoísmo de quienes tenían el poder en aquel tiempo, y más aún que tres días después la piedra estaba corrida y el cuerpo no estaba en la tumba. Ellos iban discutiendo y de repente, se les apareció un hombre extraño por el camino, un forastero, que se unió a la conversación, qué iban a saber ellos que era el Señor quien andaba con ellos, pero sí sentían algo extraño en Él, cada vez que hablaba, sentían algo extranormal en sus corazones. Jesús se estaba haciendo el loco, el que no sabía nada, y es por eso que los discípulos les dijeron "¿Eres tú el único forastero de la región que no sabe lo sucedido? y a lo largo del camino Jesús les fue explicando, las escrituras y el cumplimiento de las profecías, explicándoles desde Moisés en adelante; pero aún sus ojos no estaban abiertos, pero esa cosa extraña entre ellos aún prevalecía. Se hizo tarde, los discípulos llegaron a la aldea, e invitaron a aquel hombre a que no se fuera solo por ahí a correr peligro, ya que se hizo oscuro, y le invitaron a pasar, y ahí fue donde el señor les terminó de abrir los ojos, al pronunciar la bendición y al fraccionar el pan. Vivieron una catequesis y una experiencia de fe en  la nueva presencia de Cristo. “A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero el desapareció”.


   El Señor siempre está con nosotros, y a veces no nos damos cuenta

Son dos discípulos los que emprenden este camino, lo cual nos habla ya de una comunidad. Una comunidad que emprende un peregrinar, y sin saberlo aún, a un encuentro personal e íntimo con Cristo resucitado. No dejo de pensar, entonces, que toda la Iglesia peregrina se prefigurada en estos dos discípulos. Todos nos vemos reflejados en ellos, tal vez ya no en las dudas con respecto al Mesías, pero sí de nosotros mismos, del mundo, de las circunstancias. No son pocas las veces que emprendemos un peregrinaje a causa de desilusiones o tristezas, y dicho de nuevo, y tal vez sin saberlo tampoco nosotros, es un peregrinaje a un encuentro personal e íntimo con Cristo.


      Cristo Resucitado, en toda su gloria, no deja de ocultarse en nuestra vida cotidiana de la forma más sencilla. No nos deslumbra portentosamente, sino que se nos muestra humilde y manso, y en este caso, se les presenta a los dos discípulos como otro viajero más. Y es ahí donde resalta la importancia de comprender que en este peregrinaje no estamos solos, Cristo mismo camina a nuestro lado. ¿Acaso no dijo Nuestro Señor que ahí donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos (Mt 18,20)?Pues el Señor cumple sus promesas y nos lo hace ver de manera real y palpable, no nos abandona, cumpliendo su promesa de estar con nosotros hasta el fin de mundo (Mt 28,20)

      Al encontrar en Cristo esta belleza, al conocerla, pero sin vivirla aún, así como a estos dos discípulos, nos nace entonces invitarle a quedarse con nosotros. No es del todo absurdo pensar que la emoción de los discípulos al escuchar a este peregrino durante el trayecto haya sembrado en ellos una luz de esperanza, y desean conocer más de lo que ya habían sido testigos anteriormente. No olvidemos que eran discípulos de Cristo, que habían presenciado su vida pública y seguramente presenciaron muchos de sus milagros, escucharon sus enseñanzas y vivieron su amor al prójimo de manera inmediata. Pero eso nos lleva, de nuevo, a otra reflexión. Y es el punto central de este relato. El evangelista nos muestra sin dejar duda alguna, sin ocultar detalle, de cómo la conversión, la verdadera conversión proviene de ese encuentro personal e íntimo con Cristo. Estar en la presencia misma de Cristo resucitado es aquel suceso portentoso, pero oculto, de cómo un corazón deja de ser de piedra y se hace carne (Ez 11,19).  Los discípulos no reconocieron a Cristo en el peregrino, lo reconocieron en la partición del Pan y en el Pan mismo, y eso me lleva a otra reflexión. Nuestro Señor Jesucristo nos mostró con sublime sencillez la labor sacerdotal. Un sacerdote nos acompaña en comunidad, nos ofrece la Palabra Divina, nos la explica. Un sacerdote ilumina el camino a Emaús de cada uno de nosotros y como culmen de su labor ministerial, nos presenta a Cristo mismo, glorioso y resucitado, en la partición del Pan, en el Santísimo Sacramento del Altar. Y sin darnos cuenta, tal vez, recorremos el camino de Emaús cada domingo, cada santa misa es un peregrinaje al encuentro con Cristo resucitado. Si lo meditamos un poco, la tristeza de los peregrinos viene dada en el reconocernos pecadores; Cristo nos habla al corazón en la Liturgia de la Palabra, se nos muestra vivo y glorioso en la consagración del pan y el vino. Y todo, en manos del sacerdote, que dirige y acompaña este peregrinar. Nuestro Señor Jesucristo no solo camina con nosotros, sino que nos habla, y nos habla directamente al corazón. Al grado de hacernos “arder” el corazón con su Palabra. Es por eso que se mantiene oculto, no pretende deslumbrarnos a la vista, sino convertir corazones mediante su Palabra viva, porque escribe no con tinta, sino con el Espíritu del Dios viviente, no en tablas de piedra, sino de carne, es decir, en los corazones.

     Te invito a que siempre tengas presente, que el Señor está siempre con nosotros, que nunca nos va a abandonar, nuestro deber es ir al encuentro del Señor con alegría, dejar que él nos transforme, que él nos de un nuevo corazón, que su palabra y sus obras ardan en nuestros corazones, para que siempre reconozcamos que Jesucristo es la primera razón de nuestras vidas.

¡Alegría mía, Cristo ha resucitado!
     

      


martes, 7 de abril de 2015

¡He visto al Señor!

    Continuamos con esta octava de Pascua y la palabra nos sigue hablando sobre un hecho que sin duda alguna transformó a la humanidad, un hecho en el cual se basa nuestra fe y nuestra iglesia. la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

     La primera lectura tomada de los Hechos de los apóstoles, relata la realidad que Pedro les hizo saber a los judíos. La mayoría sabemos la personalidad de Pedro, una persona de carácter fuerte, pero bien impetuoso y seguro de lo que piensa.  Luego de la resurrección del señor, los judíos se conmocionaron mucho, porque aquel hombre a quienes ellos mataron por decir la verdad, ha resucitado y con eso confirmó la verdad por la cual fue crucificado, que Dios le concedió el nombre sobre todo nombre, que Él es el Señor de Señores, que Él es el Rey de Reyes, y los judíos, como coloquialmente decimos, "para tapar la falla", inventaron un cuento chino, diciendo que se robaron el cuerpo del señor, que fueron los discípulos, mentira la cual han mantenido, y mentira por la cual han sido martirizado miles de Cristianos, mentira por la cual fue martirizado Esteban, Pedro, y la mayoría de los apóstoles, y mentira por la cual, miles de Cristianos han sido martirizados en nuestros días, tal como pasó el Jueves Santo pasado, con los 147 Cristianos asesinados, sólo por decir amén, sólo por decir Cristo es el Señor. y cómo los Cristianos que están siendo asesinados el día de hoy, por creer en aquél que restauró nuestras vidas con su resurrección. Es por eso que Pedro, les replica esto: "Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías". Y esa fue la razón de que muchos judíos se convirtieron, que Jesús con su resurrección, confirmó la verdad por la cual fue crucificado, y no solo eso si no, que con su resurrección restauró la vida de muchos, como esos tres mil, quienes creyeron y se bautizaron. 

       Es por eso que la antífona del salmo del día habla de la infinita misericordia del Señor. Jesús siendo otro, no hubiese perdonado a quienes le crucificaron y hubiese venido a vengarse de ellos, pues no, al contrario, vino a darles una vida nueva, y no a imponérselas, sino que ellos mismos se tienen que dar cuenta de la gloria de Dios, por medio de sus designios, por medio de estos grandes acontecimientos que sin duda, cambiaron al mundo. Este salmo, es un salmo muy hermoso que nos habla de la bondad, fidelidad y misericordia del señor, el cual es nuestro escudo, es nuestra salvación.


      Viendo esta realidad, debemos estar siempre alegres, porque el Señor que sanó, que liberó, que enseño, y que por tres días estuvo ausente, hoy está con nosotros, debemos estar alegres porque Cristo no se quedó en la cruz, porque Cristo no se quedó en el sepulcro, y como dijo el papa francisco hoy, nunca cansarnos de aclamar que Cristo ha resucitado. Esa es la experiencia de María Magdalena. Llevada de su amor se acerca a visitar el sepulcro. Llora. En la narración resuena el eco del Cantar de los Cantares. Jesús resucitado le ha salido al encuentro mediante  los ángeles intérpretes. El punto de partida es el descubrimiento del sepulcro vacío de Jesús. Jesús se hace presente. Pero ella no lo reconoce; lo confunde con el jardinero. El intercambio de monosílabos es la expresión del reconocimiento; Jesús pronuncia su nombre: “María”; María responde: “Raboni, maestro”. Se reconocen por la forma de pronunciar el nombre del amado. María Magdalena ha encontrado al resucitado Jesús, a quien había encontrado en la historia. Y ese encuentro la ha  vitalizado: le ha abierto a los ojos. “Resucitó de veras mi amor y esperanza”. Sólo para los que aman de verdad tiene sentido pleno la resurrección. Sólo se resucita en la medida en que se ama.   Vayamos pues hermanos, a proclamar con fuerza al resucitado, en honor a quienes hoy mueren por decir amén, en honor a los mártires que murieron por decir Cristo a Resucitado!, vayamos con alegría, así como María Magdalena. Porque ya no hay lugar para la tristeza porque aquel que nos redimió en una cruz, nos restauró con su resurrección.

¡Alegría Mía, Cristo ha Resucitado!