En este día tan especial para la Iglesia, la Palabra de Dios nos invita a ser misericordiosos con nosotros mismos. Venimos de un Año Jubilar de la Misericordia y hemos escuchado en diversas ocasiones que tenemos que ser misericordiosos como el Padre, con nuestros hermanos, con los que sufren, etc. Pero, ¿No sería interesante practicar una auto-misericordia?
La palabra misericordia viene del latín miser (miserable, desdichado) y cordis
(corazón), y precisamente define aquel sentimiento que tengo en el corazón con
aquél que sufre, en otras palabras, sentir el sufrimiento del otro. Entonces
¿Cómo es que voy a sentir mis propios sentimientos? ¡Es una redundancia!
Muchas veces pensamos que nos amamos, pero en
realidad, amarse a uno mismo es algo que va más allá, y la misericordia está
implicada en ese más allá.
La
Palabra: La Verdad nos hace misericordiosos
La Palabra de Dios hoy no nombra la palabra
“misericordia”, pero dentro de estas líneas se sobreentiende un gesto de amor,
en primer lugar de Dios para con nosotros, en segundo lugar de nosotros para
nuestros hermanos, y dentro de estos dos, de nosotros para con nosotros.
Cristianismo:
¿Utopía?
La primera lectura nos muestra cómo eran los
primeros cristianos: vivían todos unidos, y lo tenían todo en común, una
asistencia constante en las celebraciones, el amor sobresalía en ellos, pero
sobre todo la alegría, y cada día se agregaban más a estas comunidades.
Nosotros como comunidad de Dios que hoy nos
congregamos al igual que estos primeros cristianos, no debemos escapar de esta
alegría, de este amor mutuo, pero sobre todo de esta misericordia, de este
querer sentir lo que sienten los demás, de este sentido de hermandad.
Un hermano de una comunidad cristiana está
pendiente si el otro hermano desayunó hoy, o si tiene cómo almorzar o si tiene
cómo ir a la celebración, esto es un gesto de misericordia muy noble, pero
también es un gesto de misericordia aceptar esta ayuda, no sólo estoy
recibiendo este amor de hermano, sino que estoy aceptando la misericordia de
éste hermano y por consiguiente estoy siento auto-misericordioso.
Pero esta misericordia no la aprendieron los
cristianos por su cuenta, alguien se las enseñó, ¡y ese alguien los tuvo que
transformar!
Cristo
quiso transformar nuestras vidas
En la segunda lectura, Pedro nos afirma que
por la resurrección de Jesucristo hemos nacido de nuevo, es decir, nos
transformamos, hemos renovado nuestras fuerzas. Sin embargo, esta
transformación no es tan fácil como parece, hay algo más que hay que vivir, no
sólo esta vivencia perfecta de comunidad, sino también un trago amargo, entra
el sufrimiento en esta historia.
El sufrimiento en la vida de un cristiano
–aunque parezca contradictorio- no es motivo de tristeza, al contrario, ¡es
motivo de alegría!, porque Dios permite estas pruebas en tu vida, no para ver
si tienes fe, o para ver si confías en él, sino para aumentar tu capacidad de
creer en él, para que comprendas cada día que sin él no eres nada, para que
comprendas que la fiesta de tu vida se va a acabar si no invitas a Jesucristo a
la fiesta.
Los cristianos de esta época ciertamente no
hemos tenido un contacto físico con Jesucristo, como lo tuvieron los apóstoles,
pero es tan grande este hombre, que sin conocerlo, sin verlo, ya lo amamos, y
creemos en él, y cada año renovamos este gozo de que nos ama, un amor
demostrado en cruz, un gozo demostrado en una tumba que está vacía; pero para
esto es necesario creer.
El
miedo: una ceguera que no nos deja ser misericordiosos
El evangelio de hoy nos muestra a unos
apóstoles que están encerrados llenos de miedo, porque a lo mejor los iban a
matar como mataron a Jesucristo, miedo a la opresión, como que les faltaba un
empuje para cumplir la misión encomendada por Cristo.
Hay una palabra que va a calmar estos miedos:
“Paz a vosotros” y con ella la muestra más grande de misericordia que
Jesucristo ha tenido con todos nosotros: El Perdón de los pecados, pero no
quisiera enfocar esta reflexión en este hecho tan grande de misericordia no sólo
de Dios para con nosotros, sino del paso que nosotros mismos tenemos que dar
hacia este gran sacramento.
Uno de los apóstoles no estaba con ellos, y
como no vio los hechos, no quiso creer, pero ocho días después se le apareció
Jesús, y allí creyó.
Todo esto quiere decir que Jesús va a
mostrarnos muchas veces cuanto nos ama, pero somos nosotros quienes tenemos que
dejar de estar ciegos y creer, creer que nos ama.
Creer:
en verdad nos ama
Jesucristo dejó el lienzo doblado para
decirnos que volvía, en cada misa doblamos el mismo lienzo para que podamos
comprender que cada día se hará presente en el altar, pero hay que creer, sin
ver, confiar y creer.
En esta realidad hay muchos Tomás, que
esperan ver para creer, y más hoy, en un país encerrado como los apóstoles, por
miedo a los judíos, una ceguera de un pueblo pobre, en donde un hombre con
hambre y con uniforme golpea y mata a un hombre con hambre y sin uniforme para
defender a un hombre que no tiene hambre ni sufre lo que el pueblo sufre, y
esto no es política es la realidad.
Este país no lo va a cambiar un partido
político, sino que lo cambiará cada venezolano cuando aprenda a ser
misericordioso consigo mismo, cuando se perdone, perdone a aquel hermano que
piensa distinto y perdone a aquel que tanto daño le hizo, pero lamentablemente,
esto está en un: “ver para creer”
Hoy el Señor quiere que tú creas en Él, la
verdadera paz de un alma está en creer, y un acto de misericordia con nosotros
mismos es aceptar la Paz que Cristo nos viene a traer.
Muchos otros signos hizo Jesús en este mundo,
y son muchos los signos que hará en nuestra vida, en nuestra nación, en esta
Patria en donde Él se quiso quedar para siempre. Sería inmoral decir “no tengas
miedo” porque tenerlo es normal, pero sí ¡No le tengas miedo a tus miedos!
Que el Señor nos enseñe a ser misericordiosos
con nosotros, con nuestros hermanos y con este mundo que tanto carece de este
gesto de amor con Jesucristo.
La misericordia, más que sentir el
sufrimiento del otro, es dejar que Jesucristo arrope con su amor nuestra
miseria humana y con ella queme todo aquello que nos ha hecho daño y a la
basura darle buen olor. Si en verdad quieres paz para tu vida, ¡Cree! Porque es
la única forma de encontrar dicha paz. Si quieres ser misericordioso contigo mismo ¡Acepta la Paz que Cristo te da!
¡Que la misericordia de Dios reine en
nuestros corazones!
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